ESCENA IV
CANTALICIO- De lejos ya vide todas las judiadas que me habían hecho los gringos con esto (Mirando en rededor). Vean, vean. De la casa, ni qué hablar. Parece que le van a edificar encima un pueblo entero. ¡Ni el horno, ni la noria, ni el palenque! ¡Cosa bárbara! ¡Desalmaos! ¿Y aquello? Eso sí que no les perdonaré nunca, ¡talarme los duraznitos! ¡Los había plantado Elisa, la finadita, mi hija, y todos los años daban unas pavías así! ¡Dañino! Lo único, lo único, de lo mío que entoavía puedo ver es ese ombú. Pero che, y por qué lo están podando así?
PEON- ¿Podar? Al suelo va ir también ¡Eso estamos haciendo, voltearlo!
CANTALICIO- Eso sí que no. ¿El ombú? En la perra vida. Todo la han podido echar abajo, porque eran dueños. Pero el ombú no es de ellos. Es del campo, ¡Canejo!
PEON- Yo creo lo mismo. Pero los patrones dicen que el pobre árbol viejo les va a dañar la casa (Aparece Victoria y se detiene a escuchar).
CANTALICIO- ¿Y por qué no edifican más allá? ¡Bonita razón! Los ombúes son como los arroyos o como los cerros. Nunca he visto que se tape un río pa ponerle una casa encima, ni que se voltee una montaña pa hacer un potrero. ¡Asesinos! ¡No tienen alma! Si tuvieran algo adentro les dolería destruir un árbol tan lindo, tan bueno, tan mansito. ¡Cómo se conoce, canejo, que no lo han visto criar ni lo tienen en la tierra de ellos!
PEON- Vaya usted a hacerles entender esa razones.
CANTALICIO- ¿Y qué van a comprender ellos, si ustedes mismos, ¡parece mentira, criollos como son!, se prestan a la herejía?
PEON- ¡Oh! Y si nos mandan.
CANTALICIO- No se hace. Salgan de ahí, desgraciaos. ¡Todos se han vendido, todos se están volviendo gringos, todos! ¡Pa qué habré venido, canejo! ¡A ver tanta pena! (...)
FLORENCIO SANCHEZ (1875-1910). "Teatro para leer: Los muertos" - Volumen IV - Ediciones Argentinas "Condor"