(...)Dos cosas atraían al niño allí: el gran ombú, y los aserradores. El ombú era notable, su tronco era tan grande que en su base hacía como una gran cueva; y allí se estaba bien en unos bancos que había; y en su copa, a la que se subía por una larga escalera, se hallaba instalado un piso, con mesas y sillas para comer en los días de calor, donde podían comer cómodamente seis u ocho personas. Los aserradores era cosa divertida, uno en lo alto, sobre el gran tronco que aserraban, curvándose y levantándose, y otro abajo, acompañando ese rítmico movimiento.
Todas estas imágenes formaban la mente del niño, que atesoraba para lo porvenir(...)
JOAQUIN TORRES-GARCIA (18741949). "Historia de mi vida" (Pág. 24-25) Ediciones Paidós Barcelona - 1990